La paradoja de la credibilidad: ¿Avatares sintéticos o humanos con guión?

¿Confías más en la emoción de un influencer con guión o en la frialdad funcional de un avatar hecho con IA? Este artículo plantea una provocadora reflexión sobre la credibilidad en la era digital, explorando cómo la producción de contenido, ya sea humano o sintético, persigue un mismo objetivo.

Frederic Kauffmann

11/19/20252 min read

Vivimos en una era de escepticismo digital. Cada vez que aparece un nuevo avance en la generación de vídeo por Inteligencia Artificial sea Sora, Gemini o cualquier plataforma generativa surge inmediatamente después del "wow" el mismo escudo intelectual: "Esto no es creíble. Le falta alma. Se nota que es IA".

Es una reacción natural, casi biológica. Pero permíteme que lance una reflexión sobre la mesa, una que me ronda la cabeza cada vez que veo cómo demonizamos la tecnología mientras consumimos "realidad" prefabricada sin pestañear.

¿Cuál es la verdadera diferencia entre un avatar generado por IA y un humano que cobra por leer un guión?

Piénsalo un segundo.

Cuando una marca contrata a un influencer un anuncio en redes sociales, ¿qué estamos viendo realmente? Vemos a una persona de carne y hueso, sí. Tiene pulso, respira y paga impuestos, también. Pero sus palabras no son suyas. Su entusiasmo por ese champú, ha sido redactado por un copywriter en una agencia, aprobado por un director de marketing y validado por un departamento legal.

Ese humano es, a efectos prácticos, un "render biológico". Un vehículo de transmisión de un mensaje que no le pertenece, una transacción comercial disfrazada de recomendación personal que aceptamos como "creíble".

Si analizamos el proceso en frío, el contraste desaparece.

En el caso de la inteligencia generativa, en el fondo, estamos ante lo mismo. La única diferencia real está en el método de producción: una vía requiere luces, cámara y acción; la otra, simplemente un prompt.

El resultado un mensaje diseñado, calculado y entregado para convencer, solo dos formas distintas de fabricar el mismo producto.

Al final, la resistencia no es tecnológica, es profundamente humana.

Nos aferramos a la idea de que solo una persona puede transmitir "supuesta" verdad, incluso cuando esa persona está actuando bajo contrato. Preferimos la mentira piadosa de una emoción simulada a la simulación fría de un dato procesado.

Quizás el futuro de la comunicación no pase por intentar humanizar a las máquinas, sino por dejar de exigirles a los humanos que actúen como herramientas de venta.

sin más.... ahi lo dejo.